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El 22 de septiembre, la NASA hizo públicas nuevas actualizaciones respecto a una investigación que se ha estado llevando a cabo por años, y que tiene una influencia activa en el futuro del planeta. La ecologista Katey M. Walter Anthony, quien ha estado participando en los estudios, proveyó información clave para el artículo que describe la problemática vivida en Alaska y el resto del mundo.
Anthony realizó un recorrido a través del lago Big Trail, explicando cómo se analizan las evidencias para medir la calidad de agua y esta ha dado positivo para altas concentraciones de metano. Los lagos con estas condiciones se han vuelto cada vez más comunes, despertando la preocupación de científicos y gobiernos, que buscan alternativas para ralentizar los ciclos del efecto invernadero.
El deshielo Ártico genera lagos de metano en Alaska
El 25% de superficie del planeta, especialmente en el hemisferio norte, está cubierto por capas de hielo que han permanecido allí por siglos y hasta milenios. Esta suma de capas es conocida como 'permafrost', y puede tener diferentes profundidades dependiendo de su ubicación. En algunos casos puede llegar a sobrepasar los mil metros, en otros, se trata solo de una capa delgada.
Esta cobertura helada del suelo permanece sin derretirte durante todo el año, a diferencia de otras propias del invierno que desaparecen al aumentar la temperatura con los cambios de estación. O al menos así fue hasta algunas décadas, cuando se empezaron a detectar agujeros en el hielo cada vez más seguido.
Al mismo tiempo, los niveles de metano en la atmósfera aumentaban a un ritmo sin precedente para la edad humana, y los científicos de todo el mundo se embarcaron en misiones para descubrir las causas de estos fenómenos. En la actualidad, estamos más cerca que nunca de conseguir respuestas.
Los estudios reflejan que las altas concentraciones de radiación térmica en el suelo terrestre han estado derritiendo las bases del 'permafrost', causando que la superficie colapse, así se forman las cavidades para después llenarse de agua a medida que las bases se siguen descongelando. Estas formaciones se conocen como 'termokarsos'.
Dentro de los sólidos bloques de hielo quedaron petrificados organismos pertenecientes al periodo en el que se formó cada capa, y al quedar libres comienzan a consumir la materia orgánica que les rodea. De la descomposición de estos organismos surgen las producciones de los peligrosos gases y mientras más microbacterias se descongelen, más irán aumentando.
Para 2020 se habían cuantificado al menos 2 millones de focos de metano (CH4) solo en suelo ártico. Son considerados focos aquellas formaciones que poseen una concentración de 0,30% y normalmente poseen un diámetro que ronda los 40 metros.
Lagos de mayor tamaño suelen ser más antiguos, es decir, que las bacterias han estado descongeladas por más tiempo y ya han consumido la mayoría de la materia disponible. Así, las fuentes de mayor interés son las más recientes, de menor tamaño, tal como el Big Trail Lake, formando en las últimas 5 décadas.
Aguas como estas poseen algunas características peculiares que las hacen fáciles de identificar, la más llamativa es la formación de 'chimeneas' burbujeantes a través de las cuales se libera el gas. Estas burbujas, no solo sirven como una señal de metano, también impiden que se forme hielo sobre ellas, por lo que mantienen el agua descongelada, aunque las temperaturas bajen.
Así durante todo el año se mantiene el ciclo de emisión de CO2 Y CH4, que quedan atrapados en la atmósfera, absorbiendo aún más calor y llevando inevitablemente a la formación de nuevos termokarsos, que seguirán contribuyendo al bucle del efecto invernadero.
Para complicar aún más la situación, este fenómeno es difícil de estudiar. Hasta ahora, la mayor parte del ártico, donde se da con más frecuencia, es inaccesible debido a las condiciones meteorológicas y geológicas, aunque, con los cambios de temperatura las cosas podrían cambiar. Sin embargo, estos mismos cambios ya han comenzado dejar estragos en el equipo científico utilizado para explorar las áreas.
Otro gran riesgo es que entre las bacterias descongeladas también se incluyen numerosos patógenos, para los que las generaciones modernas no tienen anticuerpos o que, por otra parte, han estado bajo el hielo por tanto tiempo que ni siquiera sabíamos de su existencia. Es incierto si estaremos preparados para enfrentarnos a las posibles olas de enfermedades venideras.
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Apenas hace 6 años, en la península de Yamal, Siberia, donde las formaciones de termokarsos se ven con frecuencia, una epidemia de ántrax atacó afectando a muchas personas. Tras indagar en los hechos, fue descubierto que las esporas infecciosas habían estado congeladas por un siglo y resurgieron con el deshielo.
Afortunadamente, en la actualidad tenemos antídotos para esta condición y no muchas vidas fueron tomadas, pero es probable que este no sea el caso para otras enfermedades. ¿Cómo saber que ha estado aguardando el hielo durante siglos?
Los alarmantes datos no solo han llegado hasta los científicos, también los gobiernos están interesados en encontrar soluciones. Más de la mitad del metano es producido artificialmente por actividades humanas. El año pasado los 103 países que generan las mayores cantidades, se reunieron para llegar a un acuerdo, proponiendo reducir los números en un 30% de aquí al 2030.
Si se lograra este cometido, podría haber aún una oportunidad de detener el ciclo a tiempo e incluso revertir parte del efecto. Por lo cual, cualquier actividad que conlleve la mejora de estos valores, sería ser ventajosa. Aparte de reducir los niveles artificiales, algunos han estado pensado en la posibilidad de llevarlo más allá, impedir que el metano se concentre en el aire dándole una utilidad.
¿Podrían estos lagos de metano utilizarse para generar energía limpia?
El CH4 es capaz de absorber hasta 30 veces más radiación infrarroja que el CO2, por lo cual resulta un excelente combustible y su uso no genera residuos. Teniendo en cuenta que, de no ser utilizado, va a parar a la atmósfera y en grandes cantidades causa un daño enorme, invertir en darle aplicaciones prácticas debería ser prioritario.
La concentración de CH4 en el aire ha llegado a casi triplicarse desde la época pre-industrial. Este año alcanzamos los niveles más altos que se han medido y se dio el rango de aumento más significativo con respecto a años anterior. La problemática avanza rápidamente.
Dado que no es difícil de encontrar metano en la naturaleza, podría pensarse que llevarlo a cabo su extracción es sencillo, pero el proceso resulta costoso. Sumado a esto, la industria del gas natural y los combustibles fósiles está muy bien establecida con miles de millones invertidos, por lo que grandes empresas saldrían perjudicadas al ser dejadas de lado.
Todo esto se resume en que muchos países han desplazado el desarrollo de proyectos para la utilización del metano y otras energías renovables, en favor de las corporaciones que por tanto tiempo se han mantenido liderando la economía.
Los hechos parecen apuntar que ese es el caso de España. Raquel Iglesia, del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, asegura que la transición del gas natural al biometano podría ser llevada a cabo en el transcurso de una década si el proyecto recibiera el incentivo necesario, pero no ha sido el caso.
Iglesia recalca con preocupación que en el país solo existen 5 plantas equipadas para extraer metano de desechos orgánicos, y no se han explorado otras fuentes en comparación con las decenas y hasta centenares que existen en otros países del continente. Solo en Alemania tienen más en 200 plantas.
Hasta ahora, la obtención de combustible del CH4 ha estado enfocada en los desechos orgánicos, especialmente los ganaderos, porque es una de las principales formas de emisión. Ahora, a la luz de los nuevos descubrimientos esto podrían cambiar, los métodos podrían ser redirigidos para aplicarlos en otras condiciones.
La extracción del agua no es del todo nueva, en algunos lugares ya se aplican técnicas para drenar aguas residuales, pero trabajar en los termokarsos sería un reto mucho mayor.
Actualmente, en Asia, Japan Oil, Gas and Metals National Corporation, trabaja en desarrollar estrategias para liberar el gas de los depósitos de hielo. Quizás estos u otros métodos podrían ser llevados a las zonas árticas para contribuir al cuidado del planeta y la preservación de la humanidad.